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Inicialmente provistos con diversidad de proteína animal, fueron los españoles a su llegada al continente, en la época de la Conquista, los que introdujeron ingredientes claves como la carne de cerdo.

Este producto de la gastronomía indígena se expandió por todo el continente con diferentes preparaciones y formas de servir. Hoy se conocen con los nombres de tamales, humitas, pasteles, guanime, hayacas y nacatamales, entre otros, según el país o la región en que se preparan.

En Colombia son llamados mayoritariamente tamales, aunque en la costa norte se les conoce como pasteles y se han referenciado hasta 500 variaciones de este plato que ha sido nominado como símbolo cultural del país y que cada año, por el mes de junio, celebra su día en Ibagué, Tolima (cuna del producto en el país).

Por lo menos 12 regiones de Colombia tienen sus propias preparaciones; entre tantas, se destacan los tamales bogotanos, tolimenses, nariñenses, santandereanos, costeños (pasteles), paisas y caucanos, entre otros.

Los tamales vienen rellenos de masa de maíz o arroz (según la zona en que se producen) e incluyen: proteína de cerdo y pollo, papa, zanahoria, huevo y arveja, envueltos en hoja de plátano. 

Bogotá no es ajena a esta deliciosa preparación y muchos restaurantes producen sabrosos tamales de cada región, aprovechando las extensas colonias de inmigrantes que viven en la ciudad.

En la capital hay un adagio popular que reza: “el que en Bogotá no ha ido con su novia a Monserrate, no sabe lo que es canela, ni tamal con chocolate”, fragmento de la canción “Los Cucaracheros”, un bambuco compuesto por Jorge Añez en los años 1950 e interpretado por el dueto Garzón y Collazos.

El barrio Claret de Bogotá es un punto reconocido de venta de exquisitos tamales. Uno de sus principales exponentes es el restaurante El Gordo, ubicado en la carrera 32 con calle 44 sur.

Su propietario es un inmigrante de origen tolimense, quien desde muy joven decidió venirse a la capital para probar suerte y dejar atrás la vida campesina. Ya en la capital, don Desiderio, comenzó a trabajar en la fábrica de tamales de un paisano suyo, allí aprendió muchas técnicas de preparación que más adelante le darían la oportunidad de abrir su propio restaurante.

Tras el deceso de su jefe, Desidero se quedó sin empleo y, gracias a su conocimiento a su lucha constante y su deseo de salir adelante, llegó a instalarse en el barrio Claret (localidad Rafael Uribe Uribe) y emprendió su propio negocio, acreditando el sabor y la calidad de sus tamales tolimenses.

Familias, hombres de negocios, parejas y todo tipo de personas, son los clientes que consumen 7 tipos diferentes de tamales cuyo precio oscila entre los $4.500 hasta los $10.500 pesos.

Los tamales no solo son platos muy ricos, sino que producen un sentimiento de identidad nacional. Muchos familiares que llegan del exterior, lo primero que piden con anhelo al desayuno son tamales y, un buen domingo de descanso, se nutre mejor si hay un buen tamal con chocolate para empezar el día.

Si quieres llenar tus sentidos con un delicioso tamal, debes venir a Bogotá. Aquí, en cada localidad, barrio y panadería encontrarás historias alrededor de un manjar lleno de pasado, tradición y sabor auténtico. En Bogotá, la buena cocina nos conecta con el gusto por una tradición que late por toda la ciudad.

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