El área rural de Bogotá es el 70% de su territorio. Rodea la ciudad y es una gran fuente de agua y alimentos, una verdadera despensa para la capital. En ella se puede encontrar, además de sus bellos paisajes, cientos de fincas donde los campesinos desarrollan sus proyectos de vida.
En esta zona se producen productos como la papa, fresas, hortalizas y productos lácteos como quesos y yogures, entre otros.
Pensando en la importancia de la cultura campesina bogotana y su aporte a la ciudad, varias organizaciones empezaron a promover el llamado turismo “pedagógico”, que busca que los visitantes aprendan más sobre la vida campesina, su importancia y la belleza de nuestros campos.
Esta “otra cara” de la capital es prácticamente desconocida para millones de personas que viven en la zona urbana, cuya cotidianidad es el afán diario y los compromisos de una vida citadina.
La localidad de Ciudad Bolívar es un ejemplo de este naciente turismo, con rutas diseñadas para que los bogotanos puedan conocer y practicar las labores del agro.
A tan solo 15 kilómetros del portal Tunal, en veredas como Pasquilla, Pasquillita y Santa Bárbara, existen granjas dedicadas a brindar a los visitantes la experiencia de vivir en el campo y compartir con la naturaleza.
Luis Enrique Ramírez de Asociación de Productores Agropecuarios Ambientales Rurales (Asoproam) es uno de los productores agropecuarios que encuentra en el ecoturismo una alternativa que beneficia tanto a los campesinos como a los turistas. “Nos hemos organizado a nivel comunitario para brindar a los visitantes más alternativas, más fincas y lugares donde llegar”, explica.
Una de las rutas turísticas permite conocer las labores de una huerta terapéutica, acercarse a la apiterapia (que utiliza elementos como miel, jalea real, pan de abeja, cera y propóleos) y experimentar la fitoterapia (la ciencia que estudia el uso de los productos vegetales con una finalidad terapéutica: aliviar los síntomas, prevenir enfermedad o restablecer el estado de salud).
También se dan charlas sobre producción limpia, reciclaje, la siembra y adopción de árboles que sirven para mantener la capa vegetal y preservar el ambiente natural. El uso de energías limpias como paneles solares y la producción de abonos orgánicos.
La granja ecoturística terapéutica y ambiental San Luis, es uno de los puntos de atracción para conocer más de la biodiversidad y la cultura campesina bogotana.
En estas fincas se ofrecen experiencias como la práctica de senderismo, la posibilidad de ordeñar, aprender sobre el proceso de elaboración de la cuajada, montar a caballo, jugar al tejo y hacer camping. Además, decenas de ciclistas aprovechan las carreteras y el aire puro para practicar este deporte lejos de la contaminación y el humo de la ciudad.
Muy cerca de estas veredas cruza el río Tunjuelo que en esa zona está vivo, , con aguas cristalinas, recién nacidas en el páramo de Sumapaz.
“La mayoría de los bogotanos vive en la selva de cemento y no conocen estas 9 veredas de la localidad de Ciudad Bolívar y de otras muchas que hay del otro lado del río Tunjuelo en la localidad de Usme. Los invitamos a recorrer estas maravillas de la Bogotá rural, ahora abiertas a un turismo organizado y responsable con el ambiente” indica Luís Enrique Ramírez.
El sur de la capital, en su área rural, es un paraíso de riquezas. Para conocer más sobre el turismo rural de Ciudad Bolívar puedes ingresar a las redes sociales y encontrar operadores turísticos como Asoproam, que te guiarán por recorridos programados para grupos de 10 o más personas.
Apoyar el ecoturismo es facilitar que los campesinos bogotanos gocen de una mejor calidad de vida. Conocer la cultura campesina te abrirá las puertas al conocimiento ancestral, del cuidado de la tierra y la vida en comunión con la esencia de la vida.
“Es nuestro deber enseñar a las personas la belleza del campo y motivarlos a que se apropien de nuestra cultura campesina. Vengan, visítenos y reconozcan las maravillas del campo en Bogotá” reitera Luís Enrique.